El saco de sonrisas.
Lo mejor son sus sonrisas. El modo despreocupado en el que
enseña su imperfecta dentadura, ligeramente descolocada, lo suficiente para que
se note. Abre la boca y ríe a carcajadas a veces, haciendo mucho ruido y
tocándose la tripa. Si eres un desconocido y quiere acercarse a ti despliega
una sonrisa sincera, cálida, llena de vida, una de esas sonrisas que hacen que
quieras acercarte a ella y jugar a que escondes su nariz, no importa si eres
hombre, mujer o estrella voladora.
Nunca lleva nada más encima, aparte de su saco desordenado
donde guarda el tabaco, las llaves y tickets del supermercado de dos meses
hasta ahora. También lleva en el saquito un puñado de chicles para mascar con
su imperfecta dentadura y un bolígrafo a juego con el color de su ropa, por si
acaso se enamora de un apuesto camarero y se ve obligada a dejarle una nota en
una servilleta al marcharse y una sonrisa de regalo al despedirse.
También llora cuando lo necesita. No le da miedo llorar
porque tampoco le da miedo reír. Una vez lloró tanto que todos pensamos que no
la íbamos a ver reírse a carcajadas jamás, y que iba a tirar todos los tickets
de su bolso a la basura. Pero se le pasó, siempre se le pasa.
Y también se enfada. Se enfada muchísimo y empieza a soltar
todos los tacos que se pueden imaginar por la boca…Algunos que conoce y otros
que se inventa ella ¡Menudas barbaridades dice! Y todo gritando. Pero igual que las lágrimas, al cabo de un
rato se le pasan, y ya vuelve otra vez a atronarnos con sus carcajadas.
Una vez se rió tanto que se hizo pis encima, y claro, como
estaba en el trabajo, pues se tuvo que ir corriendo y su jefe la despidió,
porque se dejó allí el charco de pis. Y luego ella vino a casa riéndose,
diciendo que el despido merecía la pena, porque no se había reído tanto en su
vida, y que ella prefería tener un trabajo donde no la miraran a una raro por
mearse encima cuando se está muriendo de la risa.
Nunca lleva nada más encima. Y eso, ese nada más, eso es lo mejor.
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